martes, 20 de marzo de 2012

Concepto de Cibercultura


Por cibercultura entendemos la cultura emergente a raíz del uso de la computación para la comunicación, el aprendizaje y el entretenimiento, amén del aprovechamiento que realizan algunas empresas para el uso de las tecnologías como medio para acercar sus productos a los consumidores.
Esta cultura nace de la aplicación de las tecnologías de la información y la comunicación a nuestra vida cotidiana y como ésta presenta ventajas y desventajas a los ciudadanos.
Así, se ha generado una revolución a la hora de acceder, apropiarse y transmitir la información, lo que está suscitando cambios sociales, políticos y económicos que nos afectan a todos.
Según Derrick de Kerckhove, es desde el computador donde se ha configurado un lenguaje universal: el digital.
La cibercultura se puede apreciar desde tres puntos de vista:
a) Interactividad, que es la relación entre la persona y el entorno digital definido por el hardware que los conecta a los dos;
b) Hipertextualidad: que es el acceso interactivo a cualquier cosa desde cualquier parte. Es una nueva condición de almacenamiento y entrega de contenidos; y
c) Conectividad: que es lo potenciado por la tecnología, por ejemplo internet .
La cibercultura no puede ser entendida sin las interacciones humanas mediadas por una red de computadores; actividades, juegos, lugares, metáforas, etc., a través de blogs, juegos, tv interactiva, wikis, comercio electrónico, redes sociales, etc.
Revive pues la idea de “aldea global” ideada por Marshall Mac Luhan; definiendo una nueva forma de entender la realidad y el mundo, la sociedad y la economía global funcionan como una unidad, a tiempo real.

Una de las ideas que trasciende y que más me fascina es la consumación de la existencia de un inconsciente colectivo, como una identidad que trasciende a cualquier cultura y a través de la cual nace la creación de conocimiento compartido, el aprendizaje colaborativo, pues la red se está convirtiendo en un repositorio de la sabiduría humana, aunque también esto presenta unos riesgos que hay que tener en cuenta, como son la poca eficacia a la hora de organizar la información y acceder a ella. Como todos nosotros nos hemos convertido en prosumidores, es decir consumidores que a su vez producen información, existe lo que llamamos “infoxicación”, que no es más que  el hecho de tener acceso a demasiada información que es difícil identificar como veraz y que cada día se multiplica de manera exponencial. Estos dos factores, la falta de organización de la información y la infoxicación, están haciendo que cada vez más suframos de la llamada “hiperactividad inproductiva”, en la que en la búsqueda de información nos perdemos en las redes de internet, intentando encontrar la información más relevante.

Pero no sólo están surgiendo estos problemas a cerca de la información, hay muchos más… recientemente con la desaparición de los archivos compartidos de Megaupload lo hemos sufrido de primera mano, y es que mucha información está quedando obsoleta, o bien, porque las cosas ya no funcionan de la misma manera o bien porque la información o archivo que buscas ya no está alojado en ciertos servidores. Así, cada vez más a menudo, nos vemos inmersos en callejones sin salida en los que la información, antes válida, no es corregida o eliminada. Todos estos factores nos hacen a veces encontrarnos ante el caos de la red, un estado de entropía y desorden.

No obstante, no todo es negativo, actualmente, a través de las redes se influye en la economía y en la política de manera más directa que en cualquier otro tiempo anterior; la primavera árabe y el movimiento del 15M es muestra de ello.

La información se expande como un virus, las noticias llegan con mayor rapidez. Gracias a la tecnología cualquiera puede grabar un vídeo a cerca de lo que sucedió en Japón en 2011 con el tsunami. Prueba de la rapidez con que se expande la tecnología es el hecho de que existan noticias muy similares separadas por el tiempo y que han sido tratadas y vistas por el mundo de manera distinta, como el tsunami en Sumatra en 2004, del que no tenemos a penas imágenes, etc.

Sin duda, la red está trayendo consigo numerosos fenómenos,  que atañen al ser humano y en concreto a la psicología a la personalidad. A mí entender existen varias maneras de enfrentarse a las redes, una es siendo tú mismo (o digamos más bien, lo que quisieras mostrar de ti mismo) en redes sociales, en blogs, etc., donde resaltamos a menudo los valores positivos de nuestra persona, y en donde nuestra intimidad y reputación en la red están en juego, por ello hemos de ser muy cuidadosos; esta forma de relacionarse en internet tiene que ver más con el concepto individualista de la sociedad occidental. Mientras que existe otra manera de relacionarse con la red, mucho más difusa, en la que tomamos una identidad inventada, bajo la cual actuamos con mayor impunidad, a mi entender esto tendría más que ver con un concepto de sociedades más grupales, donde las responsabilidades quedan diluidas y donde el individuo no es responsable de los actos que comete.
Otros “trastornos” que actualmente se están produciendo son: la personalidad disociativa, la necesidad de estar conectados constantemente, la necesidad de saber, de conocer todo, etc.
Es por esta razón que estoy de acuerdo con el antropólogo Arturo Escobar, cuando en su artículo Bienvenidos a Cyberia, describe desde el punto de vista de la antropología, los desafíos que la cibercultura exige para los nuevos desarrollos teóricos en las ciencias sociales y en especial en la antropología.

Otro punto importante a tratar es el de los derechos de autoría y las libertades de las personas: Según Lèvy (1998), la cibercultura es el universal sin totalidad. El ciberespacio no genera una cultura de lo universal porque está en todas partes, sino porque su forma o su idea implican el derecho al conjunto de los seres humanos. La comunicación ha de ser  un derecho, no un privilegio. 

En clase lo hemos discutido varias veces, y muchos estamos de acuerdo en que existe y existirá una gran lucha entre los derechos de las personas a acceder a la cultura y las empresas que quieren seguir siendo las mediadoras entre la cultura y el individuo y cobrarles por ello.  Creo, como ya he dicho en otras ocasiones que se ha de cambiar el modelo de negocio, que se han de emplear nuevas fórmulas; los mediadores a penas van a existir, las productoras y distribuidoras culturales desaparecerán. Pero ante ello queda aún mucho camino y, como ya hemos especificado en alguna ocasión, una gran lucha económica.
En una novela, Milan Kundera recoge, en una frase, el sentido de la situación actual: “Hay un vínculo secreto entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido… La velocidad ha ido aumentando con el desarrollo de la tecnología pero nunca hasta ahora el crecimiento había sido tan rápido. Por ello, en la sociedad informacional hay una ruptura del ritmo y de los ciclos vitales. Tal y como afirma Castells “el tiempo atemporal se da cuando las características de un contexto determinado, a saber, el paradigma informacional y la sociedad-red, provocan una perturbación sistémica en el orden secuencial de los fenómenos realizados en ese contexto” (1998, p. 499). Las tecnologías están trayendo consigo un ritmo frenético de creación de información, si estás metido en Twitter las veinticuatro horas del día serás consciente de ello. Esto a veces nos crea una especie de angustia ante tanta información, tanta que apenas es inabarcable; una de las teorías de la atención nos dice que sólo somas capaces de centrarnos en cinco cosas a lo largo del día, y otra teoría habla de que para dominar a la perfección una técnica o arte se necesitan una media de nueve años de aprendizaje… El tiempo, la paciencia y el estudio metódico están siendo desbancados por la inmediatez, la rapidez, la necesidad imperante de tenerlo todo y tenerlo ya.
No sé qué nos deparará el futuro, pero lo que es claro es que necesitamos ser conscientes en nuestro día a día de lo que suponen las tecnologías, en la manera en que nos relacionamos con ellas, con los demás, con diferentes entidades y en la manera en que manejamos la información, la nuestra propia y la de los demás.
La lección más importante es que existe una clara necesidad de educar dentro, por y para la cibercultura.



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